Las declaraciones de la Senadora Victoria Huala en los medios manifestándose en contra de la prórroga de las asignaciones específicas de fondos para los institutos de cultura ameritan aclaraciones necesarias.
Hablo de su exposición en los medios, ya que en la Cámara no se manifestó, además de abstenerse en la votación, a diferencia de sus dos coterráneos, Daniel Pablo Bensusan y Daniel Kroneberger, quienes votaron afirmativamente el proyecto.
La vieja diatriba que denosta las administraciones públicas o semi públicas por corruptas y burocráticas no es para nada aplicable a los institutos que defienden, fomentan y construyen día a día la cultura de nuestro país. Solo a modo de ejemplo, el Instituto Nacional de la Música lleva adelante su accionar con una planta que no supera las 40 personas.
Por otra parte, cada acción de dichas instituciones está auditada por la Sindicatura General de la Nación. Y como si ello fuera poco, somos todas las personas que trabajamos en el sector cultural quienes nos ocupamos de que estos institutos lleven adelante su accionar con transparencia y federalismo, manifestándonos cuando hay alguna irregularidad.
Por ello, invito a la Senadora a interiorizarse del funcionamiento de los Consejos Regionales de INAMU, los grupos teatrales y salas independientes beneficiadas por el INT o el extenso listado de acciones en beneficio de la comunidad que realizan nuestras Bibliotecas Populares, por ejemplo.
Huala alega además dentro de su discurso mediático que “se realiza un ajuste brutal”, olvidando absolutamente que su facción política al momento de ser gobierno, rebajó el Ministerio de Cultura al rango de Secretaría, desfinanció proyectos sustanciales para el devenir socio cultural de nuestro país (allí tenemos el desmantelamiento del Programa Coros y Orquestas para el Bicentenario que sostenía agrupaciones musicales infantiles y juveniles en todo el territorio nacional), y como si fuera poco decidió utilizar fondos del Fondo Nacional de las Artes para actividades de otros organismos, una situación nunca vista y totalmente ilegal, lo que motivó la renuncia de su entonces Presidenta Carolina Biquard. Dicho sea de paso, una de las contadísimas funcionarias de la gestión macrista que realizaba adecuadamente su tarea. Me pregunto: eso es “mantener la cultura encendida de una manera responsable?”
Hace hincapié además en que “la cultura dentro de 50 años se desarrollará de manera diferente”. Una verdad de perogrullo que no resiste el menor análisis. Cada Instituto ha adecuado su accionar al devenir de los tiempos, desarrollando acciones y programas de avanzada en América Latina y en ocasiones el resto del mundo. Y la explicación es muy simple: los cambios sociales siempre van de la mano de las manifestaciones culturales de un pueblo, siendo incluso los movimientos artísticos impulsores de esos mismos cambios.
Pero claro, eso lo comprendemos quienes ejercemos el arte como herramienta de transformación social y no como un elemento decorativo.
Y aquí está, a mi modesto entender, lo sustancial de esta discusión: dos modelos de país, dos concepciones de sociedad. En el que propone la Senadora y su partido, el sector cultural (así como la educación y la salud pública), juegan un papel menor, subordinado a la lógica del mercado y por lo tanto, totalmente excluyente hacia numerosos sectores sociales. Se relega a las expresiones artísticas a un mero “ornamento” lavado de cualquier “contaminación política”. Frase desafortunada si las hay, cuando está absolutamente probado que hacemos política en cada uno de nuestros actos públicos por acción u omisión.
En cambio, en el modelo que nosotras, nosotros, nosotres proponemos, hay un país con oportunidades y acceso a las manifestaciones artísticas y culturales para toda la sociedad. Y en especial para esos sectores más desprotegidos del sistema.
Los recursos en este caso, son imprescindibles para construir un país federal, asistiendo a quienes construyen día a día la matriz identitaria nacional y cuidando en especial aquellas manifestaciones que escapan a la criminal lógica del mercado o la funcionalidad a los monopolios.
Sería muy interesante que la Senadora venga a conocer de cerca el accionar de las ONG’s y colectivos que nos ocupamos de la tarea cultural en nuestra provincia. Se sorprendería de cuánto esfuerzo, tiempo y hasta dinero de nuestro peculio aportamos para sostener la “llama de la cultura encendida”, y lo necesario que consideramos la existencia de los organismos de cultura.
Y quizás le sorprenda saber (o le preocupe, quién sabe?), que organizaciones y colectivos estamos trabajando de manera conjunta desde una pandemia que desnudó la escandalosa precarización laboral en que trabajamos quienes hacemos arte. Situación que plantea una gran paradoja, si consideramos que el sector cultural aporta a la economía nacional el 2.38 del PBI, muy por encima de otras áreas consideradas prioritarias por su gestión política.
El 26 de octubre se realizó una programación especial en Radio Municipal Santa Rosa, abordando esta temática. Al ser entrevistada María Bianchi, Presidenta de la CONABIP, entidad con 156 años de historia y que tiene sus fondos específicos asignados desde 1986, me permití consultarle en torno a la exposición de Hernán Lombardi (funcionario de triste memoria), al momento del tratamiento de este proyecto de Ley en la Comisión de Hacienda y Presupuesto de la Cámara de Diputados de la Nación.
El planteo de Lombardi, dicho sea de paso, era muy similar al de la Senadora Huala, palabras más, palabras menos. Será que comparten asesores y asesoras para ahorrar en el Senado? María Bianchi fue categórica: “El ladrón cree que todos son de su condición”.
Mario Figueroa
Presidente de Asociación Civil Coral de La Pampa
Conductor de «Con La Voz» 9na. Temporada – FM Sonar
P.D.: Sabrá la Senadora que comparte apellido rankel con un emblemático guitarrista empírico pampeano? Digo, ahondando en el terreno de las paradojas.